PRIMERAS PALABRAS

La historia nos pertenece a todos *

Yo no sé nada de historia. Pero sé que hasta hoy no se ha escrito la historia desde el punto de vista del hombre de la calle, del pueblo, del lector. Y ese será mi punto de vista. -G. K. Chesterton

Esta es [otra] vez que me atrevo con la historia, y debo confesar que tiemblo ante mi osadía. Ya antes me metí a componer un librito sobre la "otra historia", la que desde los graves tratados no se percibe claramente; y luego con mayor audacia, todo un gran volumen sobre los jesuitas que fueron desterrados por el Rey: me fue entonces bien, hasta me dieron por el libro el Premio Tobar y nada menos que don Gonzalo Zaldumbide y el P. Aurelio Espinosa Pólit estuvieron en el Jurado con el gran siquiatra doctor Julio Endara, por sí se hallara en los concursantes síntomas de locura.

Gran audacia la mía, por cierto, pues como el maestro Chesterton, "yo no sé nada de historia", o mejor dicho, de cómo se debe escribir una historia. Trato estos temas, diríamos, por instinto y los historiadores que fueron a Oxford a estudiar cómo se debe escribir la historia jamás, seguramente, me lo perdonarán. Y sin embargo, yo digo en mi descargo que la historia nos pertenece a todos, no solamente a los especialistas, y que con un poco de buen criterio y con cierto don para escribir sin aburrir al lector, ítem más con mucha honradez en la intención, bien se puede contar cosas de historia... desde luego, sin esperar que nos reciban en la Academia, ni que nos den una cátedra en la Universidad, ni nos lleven a integrar el equipo de sabios que escriben una nueva historia del Ecuador bajo la sacra égida de Marx.

No es éste un libro para historiadores. Es un libro lleno de buena voluntad y se publica para los lectores que gustan saber lo que pasó en tiempos lejanos.

* [Fragmento de las "Primeras palabras" del libro En el reino de los golillas, Obras Completas de Alejandro Carrión, Banco Central del Ecuador, en prensa. Este último libro, que, a la fecha, aún no ha visto la luz, es, según el autor, su tercer "atrevimiento" con la historia. El conjunto de crónicas que publicamos sería, según la cronología trazada por Alejandro Carrión para sus obras, su cuarto "atrevimiento". Nota del editor.]

Ser lojano ... *

Yo pienso que ser lojano es, más que nada, una especie de religión... Nosotros hemos nacido en una tierra hermosa, rica y singular, a la que el destino ha condenado a una dura existencia, cuyo signo principal ha sido el olvido, el abandono y la distancia. Patria llena de olvidos y distancias, el Ecuador dejó a Loja vivir sola consigo mismo y, al no extenderle su mano grande, le dijo que solamente su esfuerzo debía valerle. El lojano no se desesperó ni se refugió en el lamento estéril. Se hizo una coraza de confianza en sí mismo,... firmemente comenzó a trabajar su propio porvenir.

Sin los recursos que debían producir su desarrollo, la tierra lojana fue una casa abierta, y sus hijos se lanzaron desde ella a una diáspora constante, extendiéndose por todos los rincones de la patria y aun yéndose por los incontables caminos del mundo. Así, no hay lugar ecuatoriano donde no haya lojanos, que llegaron en busca de trabajo, lo encontraron y construyeron con sus manos y su inteligencia un hogar y un porvenir. Pero, y en esto reside su singularidad y su virtud, siguieron siendo lojanos, conservaron el estilo que el aislamiento y la distancia formaron y nunca dejaron de ser como son: el mundo lejano y ajeno donde construyeron su vida les enseñó mucho, se adaptaron a él de modo de no ser extraños a su nuevo ambiente, pero en él se conservaron lojanos. Habían hecho de su origen una religión que observaban y una virtud que practicaban. La constancia, el claro sentido de la realidad, el conocer sus facultades y sus limitaciones, el saber que no hay mejor recurso que su propio esfuerzo fueron las bases de su nueva casa y los elementos de su éxito. Y esas condiciones son las que Loja [...] para sus hijos. Por eso al ponerlas en acción el lojano practica la lojanidad y por eso el ser lojano es una religión.

Tiene el ser lojano otra condición y es el pensar siempre en Loja, el estar siempre preocupado por Loja, el volver a ella de vez en cuando y el estar siempre en relación con los lojanos que viven en su medio. No es que nos aislemos de los demás ecuatorianos ni que nos refugiemos en ghettos donde nos cocinemos en nuestra propia salsa. No somos esa clase de ermitaños. Vivimos en nuestro mundo, con nuestros vecinos en la mejor relación de vecindad y sabemos ser ecuatorianos útiles a la región del Ecuador donde vivimos. Pero estamos atentos a Loja, a su interés, a su derecho, a su esperanza. Y sabemos que esto es, para nosotros a la vez una obligación y un derecho.

Loja es, como ninguna, una provincia compuesta de familias. Cada cantón ha aportado las suyas y de su suma se forma la gran colectividad lojana. Al decir nuestro nombre familiar nos situamos: por él se sabe de qué cantón procedemos, cual es nuestra historia, qué clase de personas somos, para qué valemos. Todos llevamos nuestros nombres con orgullo, así que los decimos con palabras claras y mirando a nuestros interlocutores a los ojos: yo soy Carrión, ah! sí, usted es de Loja. Yo soy Núñez: claro está, usted es de Puyango. Yo soy Apolo, sí, usted es de Celica. Yo soy Román, sí, desde luego, usted es de Macará. Yo soy Cueva, por supuesto, usted es de Cariamanga. Y yo soy Celi, claro, usted es de Catacocha. Y yo soy Ojeda, desde luego, de Gonzanamá. Y yo soy Hidrobo, sí, de Saraguro. Nuestros nombres nos ubican y de ellos nos gloriamos inocentemente, porque las grandes acciones que reclamamos son las que nuestros antepasados realizaron por Loja. Yo tengo orgullo de mi nombre porque don Manuel Carrión Pinzano presidió la Federación, porque don Manuel Alejandro Carrión impulsó el proyecto de la luz eléctrica, porque don Manuel Aguirre llevó a Loja el primer ingenio de azúcar, porque el doctor José Miguel Carrión presentó el proyecto creando la Universidad de Loja y presidió la primera Junta de Defensa de los Derechos de Loja. Y así como yo cuento esta historia de mi familia hecha de servicios a Loja, así todos ustedes cuentan la suya, igualmente brillante. Nuestra gloria es clara y simple y consiste en haber servido y en servir a Loja. Mi mayor orgullo es mi título de Mejor Ciudadano que me dio el I. Municipio cuando era Alcalde el Dr. Ramón Burneo por haber impulsado un gran proyecto de rentas para vialidad, que tuvo cumplido éxito...

Decía que ser lojano es ser miembro de una religión. Es así: profesamos una fe, creemos en Loja, en su porvenir. Y es también un deber, el de trabajar por ella todos los días de la vida. Y es un honor, porque "soy lojano" es algo que se dice con orgullo. Y es un placer, porque, ¡qué gusto da el ser lojano! Y es la lojanidad algo que se hereda...

El Ecuador ha crecido y con él ha crecido Loja: ya no somos el último rincón del mundo, ya la nuestra no es sólo una linda tierra para nacer, sino una hermosa tierra para vivir...

* [Fragmento de una intervención en la Asociación de Lojanos Residentes en Quito, 1979. Nota del editor.]