Alejandro Carrión:

trabajador intelectual sin reposo

por:

Jorge Vivanco M.
Tomado del libro:  Ecuador del Siglo XX -  Hechos e Imagenes.  
DINEDICIONES, 1999

Alejandro Carrión tuvo en Velasco Ibarra y Ponce Enríquez los dignos adversarios para una lucha periodística titánica que cubrió cuatro décadas. Se complementaron; se necesitaron mutuamente para engrandecerse y perennizarse.

Alrededor de la figura de Velasco Ibarra, de la cual su continuador fue Ponce Enríquez, giró la vida política del país durante 40 años. Al mismo tiempo, el periodismo se desarrollaba a tranco largo en el país y encontraba nuevas formas de expresión que se ponían al ritmo universal con limpia y sólida eficiencia. Alejandro Carrión se puso a la vanguardia. 

Contaba que alguna vez tuvo como compañero en un viaje de Guayaquil a Quito a don Francisco Pérez Castro, uno de los directores de El Universo que conversaron, hicieron bromas 110 tan bien intencionadas sobre el papel que cumplía el periodismo nacional, en una etapa atormentada por los desajustes sociales y el conservadurismo esterilizante. No sólo intercambiaron ideas, sino que las confrontaron. A los pocos días recibió de parte de Pérez Castro la invitación para que escribiera en el diario que dirigía. 

Nació así una columna: “Esta vida de Quito” y un seudónimo, Juan sin Cielo, que hicieron historia en el Ecuador. Es conveniente que se sepa que el epígrafe “Esta vida de Quito” es el primer verso de uno de los poemas más hermosos de Arturo Borja y que estaba en los labios de todos los ecuatorianos. Y Juan sin Cielo, título de uno de los inolvidables poemas de Jorge Carrera Andrade: Juan sin Cielo, Juan desposeído. Ese era Juan Pueblo. 

Salió así Juan sin Cielo a dar pelea en los campos del periodismo nacional. Su amplísima cultura, su espíritu de sutil observación de la realidad, el estilo elegante y sencillo, clarísimo sobre todo, su sensibilidad social que le permitía seleccionar para sus artículos los temas que más interesaban y que preocupaban a los lectores; todo esto dio bien pronto un primer puesto a Carrión, en cuya columna se combinaba sabiamente lo serio y lo festivo; las evocaciones y las provocaciones. Se convirtió en el cronista nacional, orientador y batallador, que llegó a tener una gran influencia en el criterio ciudadano. 

clip_image001.jpg (79687 bytes)Los Dos Antis 
(a la izquierda recibe el Premio María Moors Cabot, Universidad de Columbia, 1961)

Lo permanente en esta época de Juan sin Cielo frieron sus dos “antis”: velasquismo y poncismo, terreno en el cual dio memorables batallas, en respuesta de las cuales recibiera ofensivas formidables, incluyendo un bárbaro ataque, al parecer para matarlo, ordenado por un subsecretario del ministerio de Gobierno y un comandante general de la Policía —primos los dos—, que apadrinaron a unos delincuentes apodados “pichirilos”, quien es ejecutaron el ataque que en definitiva hizo de Alejandro Carrión no sólo un mártir del periodismo, sino el abanderado del antiderechismo, en momentos en que esta corriente era la línea política que avanzaba en el país al amparo de la recia figura de Velasco Ibarra y conducida con gran habilidad política por Camilo Ponce. 

El prestigio de Carrión lo convirtió en adalid, por su orientación y estímulo, de un movimiento de centroizquierda llamado Frente Democrático Nacional, para detener el avance de la derecha representada por Camilo Ponce y el peligro populista que encarnaba Carlos Guevara Moreno. La campaña electoral de 1956 fue formidable. El Frente Democrático con su portavoz más legítimo, Alejandro Carrión, enfiló ataques tremendos contra el presidente Velasco, Ponce y Guevara Moreno. Estos ataques llegaron a exasperar al presidente, quien, gran batallador también, recorrió el país desacreditando todo plan de gobierno que presentaba Raúl Clemente Huerta como candidato del Frente. Llegó a decir: “el Frente me tritura a mí o yo trituro al Frente”. 

Al fin, el Dr. Velasco Ibarra trituró al Frente Democrático; y, con un margen muy estrecho -que se dice envolvió también un fraude electoral- ganó el Dr. Ponce Enríquez. 

ÉPOCA DE “LA CALLE” 

A pesar de que el triunfo del Dr. Ponce significaba el retorno del derechismo conservador, en ese tiempo matizado por el Partido Socialcristiano que recién nacía, se declaró una tregua y hasta una especie de santa alianza; los cañones de la oposición dejaron de tronar; y esto causó una profunda frustración en un grupo de periodistas encabezados por Carrión y Pedro Jorge Vera. 

Se unieron estos periodistas y así nació la revista La Calle, con el fin de ocupar en la prensa el puesto abandonado del Frente Democrático y ser una barrera para los excesos que se preveía iba a cometer Ponce, a quien se consideraba la reencarnación de García Moreno y la imagen del déspota ilustrado. 

Los excesos no se produjeron, pero La Calle llegó a tener una gran difusión nacional y a jugar un papel preponderante en el proceso político de más de una década. Pero las contradicciones ideológicas entre Carrión, que adoptó una línea derechizante, y Vera, que radicalizó su posición de izquierda volviéndose un castrista—guevarista, hizo perder la unidad de la redacción de la revista, que, al fin, luego de una penumbrosa agonía. desapareció. 

Así como Juan sin Cielo había sido ensalzado por la izquierda mientras se mantuvo en esta línea, cuando dio un giro al centro, esta se lanzó furiosa, encarnizadamente y sin descanso contra su antiguo ídolo. Desde luego, Carrión se defendió con ahínco y valentía, pero se iba quedando solo porque la izquierda manejaba en forma maestra y casi dominante las corrientes informativas y culturales. Entonces Alejandro escogió el dorado exilio de la OEA, a donde fue llevado por Galo Plaza, a quien había apoyado en su segunda aventura electoral y esa había sido la causa principal del rompimiento con sus antiguos camaradas. 

temB303seg91.jpg (53684 bytes)RETORNO TRANQUILO
(a la izquierda, comienza a sufrir la pena 4-30: 4 días en la carcel y S/.40 de multa durante el tercer Velasquismo)
 

Alrededor de una década estuvo en su exilio; retomó de la OEA y se integró casi de inmediato a su campo periodístico. Declaró que Juan sin Cielo había muerto dejando un profundo recuerdo en la memoria colectiva (y eso era cierto), y que ahora era Alejandro Carrión el que se presentaba a consideración de los lectores, en las prestigiosas columnas de El Comercio. 

En esta etapa, en que escribió “Notas de Andar y Ver”, había perdido la agresividad y lo incisivo que tanto agradaban en Juan sin Cielo, pero el periodista ganó en serenidad, claridad y en búsqueda permanente del justo medio, lo que más convenía al país. Las crónicas de ahora admiraban por su fluidez, claridad, elegancia; leerlas constituía una verdadera satisfacción estética y meditar acerca de las tesis que sostenía, un positivo ejercicio cívico aunque se estuviera en contra de ellas.  

Alejandro se entregó con asiduidad a su vocación periodística; escribía sin descanso, tanto que al morir repentinamente, El Comercio siguió publicando durante casi una semana los comentarios que había dejado. Un infarto masivo lo mató en minutos; en la tranquilidad de su muerte se reflejó la serenidad que había caracterizado los últimos años de su vida. Su desaparición empobreció extraordinariamente al mundo cultural, periodístico y cívico del país. 

image005.png (316651 bytes)TRABAJADOR INTELECTUAL SIN REPOSO 

No se crea que al hablar de Juan sin Cielo y Alejandro Camón se ha enfocado todo el trabajo periodístico de este personaje excepcional. Fundador de revistas literarias en Loja y del primer diario permanente, La Opinión del Sur; si no fue fundador, fue su principal redactor e inspirador de una de las revistas políticas más agresivas que se hayan escrito en el país, El Alacrán, que presentó pelea de igual a igual a otra revista de esta misma naturaleza, Momento, que dirigía Guevara Moreno como líder del CFP. Escribió como John Doe artículos hermosísimos, y crónicas bellísimas como Fray Gaspar Nobody. 

Pero hay otro aspecto de la vida y la trayectoria, el que más agradaba al propio Alejandro, el del escritor, el del poeta. A sus poesías las reunió en dos tomos y, según la crítica desapasionada, constituyen uno de los aportes más fecundos al patrimonio poético nacional. Escribió ensayos literarios bellísimos como “Los compañeros de Don Quijote”, un acercamiento al mundo agonizante de la caballería andante, que describe Cervantes en El Quijote; gran investigador, nos dio el libro de Los Poetas Quiteños en el Ocioso de Faenza, premiado por el Municipio de Quito con la presea Tobar; hizo estudios históricos de extraordinaria valía, ampliando sus crónicas que se denominaron “La Trastienda de la Historia”, fue un gran crítico literario, lo cual se refleja en sus hermosos prólogos, entre los cuales sobresale el que escribió para las obras completas de Pablo Palacio; y fue miembro de número de la Academia Ecuatoriana de la Lengua. 

En fin, Alejandro Carrión fue uno de los más fecundos escritores y periodistas del Ecuador; una de las figuras culturales de mayor reciedumbre que hemos tenido en el presente siglo.