ES EN LA CALLE DONDE HABLA TODO EL MUNDO

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"¡De los curuchupas libranos Dios!"

tomado de

Una Cierta Sonrisa

por

Alejandro Carrión

Revista Diners
Septiembre de 1990

El caso "Los Pichirilos"

 

 

 

ESE PRIMER AÑO

Aquél parecía un día igual a todos los días, pero no lo era. Aquél era un día singular, único, sin igual, un día que presidió una larga etapa de mi vida, en la cual, como es natural y lógico y ocurre en todas las etapas de una vida, pasaron cosas creíbles e increíbles, comunes, monótonas o portentosas, menos pensadas que ninguna y siempre vistas o nunca contempladas, ni oídas.

Yo estaba entonces en plena cima de la popularidad, una popularidad no local sino nacional, amigos: una popularidad sin duda igual a la que hubiese tenido San Sebastián si las flechas no lograban matarlo; o la que habría adquirido Abdón Calderón si hubiesen logrado llevarlo al hospital de campaña oportunamente y hubiese sanado de sus graves heridas; y era porque, tras el episodio de los "pichirilos" regresé vivo, si bien con la nariz en avanzado estado natural disgusto en nuestro inolvidable doctor Velasco Ibarra.   Me reparé la nariz el doctor Franco, con una foto mia delante, hizo todo lo posible para que saliera igual ala que me habia acompañado por tantos años y la mayor parte de la gente asilo aseguraba, pero yo me quedé para siempre con la idea de que desde entonces la nariz no era completamente mia.  La verdad era que, entusiasmados los ecuatorianos por mi regreso, todos me querían, yo era un mimado de los habitantes de este precioso territorio nacional.

Y vean ustedes por qué ese dia fue distinto y de él comenzó una serie de días que luego se hicieron meses y mas tarde años que ya no se parecieron a los que viví antes de el: cercana ya la hora del ángelus o del five o'clock tea, llegaron a visitarme Luis y Eduardo Albán, viejos amigos míos, empresarios teatrales activos y eficientes. Ustedes los identificaran al decirles que son los hermanos del "omoto" Albán, en gran medida sus agentes, empresarios y promotores. No venían a hablar de teatro, no querían que yo ingrese a su compañía:  venían a proponerme que "sacara" una revista. La verdad: yo me porté escéptico, ellos insistieron: era, según su idea, el momento preciso, el instante en que podríamos alcanzar a dos manos el moñito de la oporttmidad: la gente estaba ladrando por una revista, ciertos ‘monos" habían ya fundado una con el nombre de "Vistazo"; en Quito perfectamente podía vivir otra, ellos pondrían la plata, yo sólo tendría que "hacer" cada número con los ayudantes que quisiera, la revista saldría a mi gusto, en eso ellos no se metían. Ellos se encargarían de la circulación, del "anunciaje" y de la gerencia. Todo era fácil, en materia de circulación ellos conocían el medio, viejos habitantes de la Plaza del Teatro, emporio de canillitas y de puestos de diarios y revistas. Y si se anunciaba que el director era "Juan sin Cielo", recién regresado de las fronteras de la muerte por asesinato, nadie dejaría de comprar la revista.

Insistieron, ofrecí un güisqui, no lo quisieron, porfié con una cervecita, tampoco: eran abstemios absolutos y, por último, aceptaron una tacita de café. Al final, acepté, bajo el formidable argumento final "si la revista no prende, simplemente se acaba: tú nada pierdes, nosotros perdemos la plata". Un argumento así es invencible: fui vencido, acepté.

Y, claro, ¡a trazar planes! Comencé por llamar al gordito Mantilla, ponerlo al tanto del proyecto, pedirle que trabaje conmigo y me ayude a formar la redacción. Pareció que le gustaba, me hizo una lista de jóvenes periodistas competentes, los convocamos, vinieron, hubo una botija de ron, aceptaron al parecer muy entusiastas y se repartieron el trabajo... y nunca jamás volvieron. Los Albán, que al comienzo estaban entusiasmados con el personal que parecía estábamos consiguiendo, se pusieron primero mustios, luego furiosos y me conminaron a "hacer milagros". El proyecto era demasiado bueno para que muriera sólo "por una partida de muérganos".

Fue entonces que por casualidad, que llegó Pedro jorge Vera, en   quien nadie había pensado. El mismo lo contó en el No 52 en el que hizo "la historia de La Calle".  Fue que Eduardo Alban lo encontró en la Plaza del Teatro y le dijo: "Ven a trabajar con nosotros". Cuenta que sonrió escéptico y "sin entusiasmo" ofreció su colaboración. Después del No 2, si que se entusiasmó y trabajó sin descanso y muy bien, claro esta.  Y la verdad es que ese día, con él escribimos algo y Eduardo Alban se lo llevó, tras oir mi consejo de llamar a la revisita La Calle.  La verdad es de que Albán hizo el primer número, él solo: fue redactor, armador, corrector de pruebas, contrató la imprenta y dirigió la circulación. La imprenta estuvo bien escogida: era la "Minerva", de Gustavo Izurieta, cuyo regente era el "Ñato" Ortiz y en la que ayudaba y ponía buen humor Bertha Cando. la esposa del dueño. Recuerdo ahora con pesar y horror que los dos, Gustavo y Bertha, fueron asesinados cruelmente por ladrones comunes en una pequeña finca en Santo Domingo de los Colorados.

Én su editorial, Eduardo Albán dijo que La Calle no iba a servir a ninguna tendencia ni a combatir por ninguna causa.  Así, nos colocó lejos de la vida política: seriamos los testigos que ven pasar la vida desde la orilla del camino y desde allí, sin abanderizarse, cuentan lo ocurrido.  Eduardo lo dijo claramente: "Escenario de la vida es la calle: por eso, al arriesgamos a crear, a costa de grandes sacrificios, una revista ecuatoriana para los ecuatorianos, destinada a reflejar la vida de la capital del Ecuador, hemos escogido  como símbolo la calle, donde transcurre la vida". El número trataba del nuevo y del viejo carnaval; se hablaba también del atentado de los "pichirilos" contra mi vida, aún fresco en la memoria de todos; había una entrevista, hecha por Jorge Borja, acerca de cómo, con Leonidas Plaza trataron de convencer al presidente Arroyo del Río de reniunciar, y fue a parar el uno al panóptico y el otro al destierro; había una foto de Velasco Ibarra bien acompañado, con Pedro Concha a la derecha y el "omoto" Araujo a la izquierda; Gustavo Alfredo Jácome nos contaba "el horrible suplicio del doctor Juan Borja Lizarzaburo"; se hablaba de una exposición de Eduardo Kingman; había una nota grande acerca del "caso Galíndez" una enormidad cometida por el dictador Trujillo que entonces conmovía al mundo y, como es lógico, muy buena información sobre el espectáculo que los hermanos Albán presentaban en el Teatro Sucre: la zarzuela Los gavilanes y la opereta El Conde de Luxemburgo, por la compañía lírica de María Teresa Rimbau y el maestro Arijita.

Así fue el primer número, casi apolítico, porque en un rinconcito había una nota que terminaba con una oración: "iDe los curuchupas, librenos Dios!". Se vendió integro, a 2 sucres el ejemplar, algo increíble. En su nota, Pedro Jorge Vera escribió "La distribución del primer número fue el mayor de los éxitos. Porque al oir ‘revista dirigida por Juan sin Cielo’ el público la agotó en pocas horas". Claro está que para el número siguiente --la revista seria semanal-- nos pusimos a trabajar con ahinco. Eduardo Albán había tenido una inspiración:  había propuesto a Pedro Jorge Vera la sub-dirección: allí se quedó por años, trabajando muy duro y muy bien, hasta que San Juan bajó el dedo.

Pensamos entonces las cosas muy en serio y contratamos a Jorge Vivanco y a José Félix Silva para que constituyan nuestro "cuerpo de redacción": el poeta Silva no duró mucho, Vivanco nos acompañó por años: era en aquel entonces delgadito, sonrosado, sonriente, con mucho cabello, estaba recién casado, trabajaba como un tigre con clarísimo talento y jamás tenía miedo. Esta vez había entrevistado al joven aviador Rafael Andrade Ochoa, que había volado, por primera vez, desde Quito a Bahía de Todos los Santos, cruzando la llanura amazónica. Hubo buenos artículos, uno de Enrique Garcés sobre la "generalita", otro de Gustabo Adolfo Otero sobre "diplomacia y culinaria", se incorporó a la redacción el indio Mariano con su página titulada "cartas de mi compadre"... ¡Y habían los dos primeros anuncios: cigarrilos King y cerveza Victoria! ¡Lo principal para hacer frente a un buen chuchaqui!

Y pronto vinieron días difíciles, tal como lo cuenta Pedro Jorge Vera: "En el tercer número vino la catastrofe".  Los hermanos Albán habían confiado principalmente en los ingresos de circulación, y ya se sabe que éstos son siempre insuficientes y llegan lentamenteEstábamos ya desfinanciados al llegar al tercer numero... La Calle sería un fracaso mas.  Pero no nos resignamos. Nos pusimos vigorosamente en movimiento.  Los resultados fueron buenos: el "omoto" Rodrigo Cabezas, hombre poderoso y de buen humor nos dio un cheque cubriendo el valor del tercer número y posteriormente se convirtió en nuestro banquero, "sin intereses": a medida que recogíamos circulación y "anunciaje" le ibamos reponiendo sus cheques llenos de buena voluntad.  Reclutamos a Guillermo Lassoen el portal del Arzobispo, por donde paseaba majestuosa poderosa para gneta de la poderosa empresa y vinieron colaboradores de buena voluntad, entre ellos recuerdo a Méntor Mera (con bueno consejos), a Patricio Cueva (con pícaras coplas), a David Huerta (con inspiraciones sobre economía nacional y consiguiendoonos anuncios) y a Oscar Villena (con buenos reportajes).  Habiamos cruzado el primer mar tempestuos

Eduardo Albán en su editorial inicial nos colocó fuera de la política. En el Ecuador eso es definitivamente imposible: por carta y por teléfono los lectores nos pedian meternos en politica y al fin eso fue lo que hicimos. Nos situamos en un terreno firme: contra el velasquismo y contra el "curunchaje".  Y de allí no nos movimos hasta el último numero.  Al decir velasquismo estamos diciendo Cefepé: esa secta velasquista, fundada por Rafael Coello Serrano y conquistada por Carlos Guevara Moreno, era uno de nuestros blancos favoritos. Siguiendo a Eleodoro Avilés Minuche, la llamábamos "la Uperra"... y es que antes se llamaba Unión Popular Republicana, UPR; y Jaime Salinas hizo una caricatura adecuada: una perra con grandes tetas, que se convirtió en su imagen. El primer reportaje de Oscar Villena fue sensacional: el ex-presidente Carlos Arroyo del Río rompió su silencio de 13 años y sus declaraciones fueron comentadas en toda la prensa, en todas las radios, en todas las bocas. Villena, trabajó largamente con nosotros, pero al final... ¡Se afilió al CFP y lo perdimos! Así es la vida, nada se puede hacer.

Comenzamos a tratar la entrada a Guayaquil y allí nos ayudaron familiares de Pedro Jorge Vera, especialmente Manuel y Alfredo Vera, este último, el que hoy es ministro de Educación; entonces era muy jovencito y le llamaban "Cachito", no recuerdo haberlo oído llamar por su nombre, hacia de corresponsal.

El trabajo de Guillermo Lasso se vio en un aspecto realmente importante: el "anunciaje". La vida de La Calle iba a depender de los anuncios y éstos comenzaron a abundar, aun cuando con ciertas dificultades como cuando el señor presidente de la República nos llamó: "revista de oposición". Fue el doctor Camilo Ponce quien, un día entre los días, recibió de manos de un esbirro eficiente un número de La Calle y tras gozar de la alegría de sus páginas la denuncio como "revista de oposición", lo cual aumentó el númeró de lectores e hizo más difícil conseguir anuncios. En aquellos tiempos el ser de oposición era un impedimento casi invencible para obtener anuncios y sin embargo Guillermo Lasso, sonriendo bajo sus enormes bigotes "de casimir nacional", los conseguía.

No está de más hacer constar aquí la elegancia con que aceptamos la calfficación de "revista de oposición". Lean ustedes: "Pues, señor Presidente: aceptamos su calificación. Somos una revista de oposición al fraude electoral, al despilfarro de los fondos públicos, al rapto de ciudadanos en las calles, al encubrimiento de hechos dolosos en administraciones anteriores, a la paulatina destrucción de la eduucacion laica. a la violación de las garantías constitucionales por el facil expediente de la legislación de emergencia economica entendida a la manera velasquista, a la amenaza como medio de govierno y a la utilización de consejos de Estados y de Economia compuestos de ‘liborios’. A esto nos oponemos".

Convertidos ya de lleno en revista politica, la factura de cada número contuvo una lucha interna, librada en terminos amistosos, de mutua consideración: yo trataba de mantener la revista al nivel del Frente Democratico Nacional, Pedro Jorge pugnaba por situarla a nivel del Pertido Comunista, en el cual lo admitían y separaban en forma alternativa, pero con el cual estaba siempre de acuerdo. En fin de fines, el era quien siempre cedia y una vez lo dijo muy donosamente "Sobre mi hombro está Alejandro leyendo lo que escribo, para que nos se me vaya la viada". Si, casi así era la cosa.  T en ese amistoso forcejeo, claro estaba que algún día San Juan bajaria el dedo.  Pero esa también es otra historia: quede aqui solo su origen que no hizo punta sino años depues.

Por aquel entonces se nos unieron cuatro periodistas que mejoraron mucho nuestras páginas: Cesar Andrade Meneses, "Silvestre", Ramón Puertas y Gabriel Garces Moreano.  El primero, que entró con bravas entrevistas politicas, se estableció por algún tiempo como Silvestre --en realidad el finísimo periodista guayaquileño Antonio Muñoz Elinán— no solamente nos dio su seccióm "La centella y la nube", sino que fue nuestro gran representante en Guayaquil; Ramón Puertas M.  ... era, en realidad, el nombre con el cual firmábamos todos, cuando no queriamos que se nos  identifique: le dimos una existencia casi real, tubo una firma y una rúbrica y, por último, publicamos su fotografia, haciéndole una entrevista al mayor Girón; Gabriel Garces Moreano, estaba entonces en Buenos Aires y nos envió una extraordinaria entrevista --en tres tiempos--, con el doctor Velasco Ibarra, quien disfrutaba allá de uno de sus "queridos exilios" y que proclamó: "El doctor Ponce siempre ha estado de mi lado", precisamente cuando el presidente quería crear cierta distancia con su antiguo jefe y protector. ¡Buena jornada!

La revista vivio mucho, por ella ocurrieron muchas cosas y le ocurrieron muchas cosas, subió y bajó, erró y acertó, fue un elemento activo y válido durante muchos años y un buen día dejó de salir: ya no era posible seguir más.

El No 24, trajo una novedad: la portada, las primeras páginas y las centrales estaban impresas en offset, procedimiento gráfico, que entonces no era frecuente en el país. Ocurría algo estupendo, inesperado e increíble: La Calle adquiría sus propies talleres, los que tomaban el nombre de Editorial Atahuallpa --escribiendo el nombre del inca a la manera del doctor Benjamín Carrión--, cuyos accionistas eramos Guillermo Lasso, Pedro Jorge Vera y yo. La historia de este gran suceso sera, algún día, motivo de otra crónica. La historia de la calle es larga y angosta y tiene toda clase de sostenidos y de bemoles.

Con gran frecuencia publicamo textos de verdadero interés. Así, por ejemplo, en el No 31, el estudeante ecuatoriano Pedro Saad Herrería nos enviaba un relato sensacional:  "Yo vi en Rusia el satélite". Era el Sputnik I: el joven estudiante estubo en Moscú, en el "Festival de la Paz". En el No 33, el doctor Gonzalo Escudero contó cómo se desarrollaron los dramaticos días del Protocolo de Río de Janeiro: un testimonio de promera mano que antes de publicarse el libro Justicia para el Ecuador del diplomático-poeta, relató por primera vez toda la verdad de esa terrible tragedia nacional.  Y asi... no resulto extraño que nuestra circulación creciese como crecen las sombras cuando el sol declina.

Al terminar el año 57 nos dimos ha hacer numeros peculiares, en los que empleamos a fond cacumen con gran diversión del público.  En el No 41 que circuló en días de inocentes, publicamos con dibujos y falsos autógrafos, el horóscopo político para 1958.  Haciamos por ejemplo, que el "omoto" Araujo firme el horoscopo del doctor Moscoso Loza o que Jorge Luna Yépez prediga la suerte de Carlos Luis Plaza Dañín, el gran dirigente liberal.  El doctor Velasco Ibarra le pronosticó la suerte a Patricio Cueva hizo en verso un inenarrable testamento del año viejo. ¡Qué cosas, Dios mio! En el No 42, proclamamos los 12 astros del año que fenecía, o sea los hombres que habian dominado la vida política y eran: el doctor Ponce, claro, el primero, como presidente que era, Velasco Ibarra, Galo Plaza, Luis Robles Plaza, Otto Arosemena, Carlos Guevara Moreno, Manuel Jijón Flores, Federico Intriago, Carlos Luis Plaza Dañin, César Palacio García, Leonardo Moscoso Loza y Neptalí Zúñiga.  En la edición 46 discutíamos quien seria presidente en 1960, si Velasco Ibarra o Galo Plaza, Huerta o Arroyo Delgado, Guevara Moreno o Chiriboga. No nos decidíamos, pero en el fondo de nuestra alma estábamos seguros de que sería el doctor Velasco Ibarra y así fue, por breve tiempo, claro, pero así fue.

Hacia el No 50 ya estaba en marcha la sección "Cebiche a las 12", en la que recogíamos toda maldad ingeniosa que cruzara por el ambiente de la ciudad y las que a nosotros se nos ocurrían. Esta sección, sin duda predominantemente de buen humor, se volvía a veces algo agría: defecto que es difícil de evitar en el campo del humor, pero que con ese defecto o a causa del mismo halló caudaloso respaldo de los lectores.

El número de aniversario fue extraordinario, como es lógico y trajo todas las novedades posibles. Hicimos un buen reportaje recordando las anteriores revistas que había tenido Quito: Caricatura y Zumbambico, especialmente. Juan sin Cielo explicó nuevamente la "posición política" que habíamos adoptado y citó el saludo que por la gran fecha nos había hecho el diario La Nación. Algunas grandes plumas vinieron a nosotros en ese número extra: Raúl Clemente Huerta, Carlos Luis Plaza Dañín, Agustín Freile Núñez, Julio Moreno Espinosa, Juan Isaac Lovato, José María Plaza Lasso... el doctor Benjamín Carrión nos dio una "Visión panorámica del Ecuador actual", adelanto de una colaboración más constante, que al final se reunió en el único libro que publicó la editorial Atahuallpa: sus Nuevas cartas al Ecuador... el doctor Alfredo Pérez Guerrero nos favoreció con un estudio del derecho de huelga.., don Alfredo Pareja Díez-Canseco con un original sobre "La revolución del 6 de marzo", uno de los textos iniciales de su reciente despertada vocación de historiador... César Dávila Andrade con una "Evocación de Georges Roualt"... G. Humberto Mata con otra de "el espadachín Zabala", episodio de la Cuenca Colonial... Galo Plaza con una receta "para vencer a los conservadores". Si, ese número estuvo a la altura de su objetivo.

En realidad, acaso ya no era La Calle ese hermoso lugar donde habla todo el mundo: tal vez nuestra entrega a la politica había limitado la amplitud de nuestro lema, pero seguiamos haciendo lo posible para que fuese verdad.  Estabamos contra los conservadores porque pensabamos que el partido Conservador ya nada podía dar al Ecuador.  Estabamos contra el gobierno del doctor Ponce porque pensabamos que fue el doctor Raúl Clemente Huerta quien habia ganado lad elecciones y teníamos por una verdad demostrada que el doctor Velasco Ibarra nos habia echo trampa.  Estabamos por la unidad de las fuerzas no conservadoras del pais.  "unidad" era nuestro tema predilecto, por lo que estabamos resueltos a cualquier esfuerzo y ha cualquier dolor.   Pero debemos reconocer que, a pesar de algunos golpes que estimabamos bajos, como el de llamarnos "revista de opocision" para quitarnos anunciantes, el gobierno del doctor Ponce nos dejo libertad amplísima, lo cual le honra y nos place reconocerlo ahora, tras ya tantos años...

La revista vivió mucho, por ella ocurrieron muchas cosas y le ocurrieron muchas cosas, subio y bajo, erro y acerto, fue un elemento activo y valido durante muchos años y un buen dia dejo de salir: ya no era posible  seguir mas, la vida nos llamaba por otros senderos.  Pero sigue siendo un gran recuerdo y en Quito nunca se ha vuelto a hacer algo parecido. Duramos hasta 1970... la numeracion paso del No 500... la "longevidad" que al segundO Año nos profetizara el doctor Angel F. Rojas fue un hecho: nunca habia vivido en el Ecuador una revista "politica".   Este largo texto, que sale gracias a Revista Diners-- tambien esta celebrando su hermosa y  solida "longevidad" -- relata solo el primer año: relatar toda su vida pediria un libro.

En fin de fines: creo que La Calle fue, para nuestro pais, una buena acción y es un buen ejemplo.  Vale la pena, pues, recordarlo.

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